martes, 3 de julio de 2012


De las cascadas del orbe
A la frescura de tu verbo fluido
No existe distancia alguna.
De la aurora a tu risa no hay segundos
 No hay tierra,
Sólo un arcoíris un sol un rocío.

En la noche serena
Un torrente provocó mi delirio,
En el canto las aves
Me marcaron el ritmo,
Era la luz cristalina de música
Era la paz de tu vientre en mi cara.

Ya conozco, ya sé,
De tus brisas, de tu fuerza
Y dulzura delicia.
 De tu música inmune
   Y misterios,
De mi fe en tu candor, tu cadencia
Y tu entrega,
Del desfogue de sed que me calmas.

Si te extraño me inspira tu fuerza.

La luz no declinó cuando nos vio,
Se fortaleció divina y central
 Nos iluminó medio rostro,
                Goteó el tiempo.

Inocente la voz del amor
 Y la lírica de la vida
Susurró mi antiguo nombre.


La sútil casualidad se acordó de nosotros
De nuestra descuidada alma
Y le dio brillo, la acarició,
Le cantó, le vio a los ojos,
Le sonrió.

La gallardía autenticó su existencia
Y nos sumergimos en la esperanza
Disfracé mi emoción todo el tiempo
Escuche  con paciencia,
La descripción de su vida sin mí.

Quise renombrarlo todo,
Sacar la lente nueva, reinventar el arcoíris,
Tuve confianza,
Disfracé mi emoción y me fui,

Llovió silencio,
Salió el sol y la oscuridad no se olvido de nosotros
El camino me llevó lejos,
La rutina nos llevo lejos.