miércoles, 17 de febrero de 2010

Como indicaré, el niño soportó con amabilidad nuestra convicción de hacer las cosas bien para él, soportó el peso de la mano de Dios, de su brazo poderoso, no interrogó, se atemorizó por unos instantes, pero después nos vio – a sus padres – y se tranquilizó, aunque prefería jugar en el prado con su hermanita, decidió aceptar nuestro consejo, nuestra orden, tal vez por temor al padre violento o por amor al padre leal.

Por su parte la comunidad buscó nuevamente la paz, nuevamente el agua cristalina, los favores terrenales de manos de un Dios universal, nuevamente hubo una barrera jerárquica en aquella situación que describo, animales y humanos caían a la tentación de la merienda o a la tentación de la vanidad o al deleite de la palabra, porque en esencia el ritual era verbal, el poder vinculante o nexo mas bien, era la palabra.

Finalmente confieso que no me confesé, pero aseguro que salí pacificado, salí desinfectado sacrifiqué una parte de mí para vivir o exprimir una fruta que daba un fruto más dulce. Más sabroso.

A propósito de la asepsia y esta bendita obsesión de seguir vivo, de idear algo, de encontrar una solución, existe otro punto de vista de la asepsia, la muerte de unos para que otros sobrevivan, la muerte de iguales o la muerte de desiguales, serían dos premisas que conducirían a dos caminos divergentes.

En principio la muerte de seres diferentes al homicida, podría interpretarse como lo más natural, siempre que representen una amenaza, como en el caso de la asepsia, el ser humano combate a sus peores enemigos que son las bacterias, ¿Cuáles son las más terribles a lo largo de la historia? Y lo hace simplemente por el hambre por querer vivir, sobrevivir o subsistir porque son conceptos diferentes, el hombre solamente vive por instantes, cuando ama, cuando triunfa, cuando llora, cuando sufre, cuando su condición humana se expresa profusamente.
Sobrevive, en países como el mío donde a duras penas muchos podemos comer o cagar o dormir a medias, cuando recibe sobras o residuos o escorias de amor, de respeto de inclusión o inclusive de comprensión o conmiseración. Por otra parte existe otro concepto que es el de la existencia. Que puede ser más trascendente que la vida.

viernes, 12 de febrero de 2010

En la cuesta del sol
espero singularmente.

Con mis raíces llenas de nostalgia,
vacías de tu voz,
vacías de mi ansia.

Aún así,
hoy estoy hecho de tu paz,
hecho de tu cuerpo,
hecho de tu rostro,
de tus ojos,
de tus hilos suaves.

Y está tu voz
desde lo complejo de la confusión
asumiendo este vértigo
este verbo complejo
que singularmente replica
dentro del sol ahora
-y existe-
sol adentro me enceguezco
sol adentro me destruyo
arde mi fe y arde mi fruto.